Cada vez que le comento a alguien sobre qué hice en mis viajes cortos a Colombia, suelo encontrar muecas de desaprobación. Incluso sobre qué planeo hacer cuando viaje a otros destinos más allá de los tres países que gobiernan, para bien o para mal, mi vida en los últimos cuatro años: Costa Rica, Colombia y Panamá.

¿Qué pude decir que provoca casi siempre la misma reacción?

"Viajo a comer."

Tengo dos años de ir a Colombia. En enero de 2020, descubrí Bogotá. Sus calles de ladrillo rojo, vacías por la falta de turistas y locales buscando calor en las playas de Cartagena de Indias, el olor a café de especialidad (del que hablaré otro día). Gente amable en medio de tanto frío y llovizna. 

"Sol con frío no cuenta."

Para ese entonces desconocía las rencillas entre rolos, paisas, costeños y demás regiones del país. Uno que es decenas de veces más grande del que vengo. Detalles que no habría conocido sino hubiera interactuado con "gente local". Término odioso que hace darle a entender a los turistas, que mezclarse con la gente que vive en el país que visitan es posible. Que sentirse uno más es algo realizable en pocos días. Usualmente eso viene con un intercambio económico (como todo lo que agarra el capitalismo).


¿Pero hasta qué punto conoces realmente el país que visitas?

Michael Crichton escribió una novela fue mi lectura seleccionada para mi primera participación en un, y me parece increíble decirlo, club de lectura. Crichton visitó Costa Rica por primera vez con su familia a finales de los años 80. Monteverde, una zona hermosa en el Pacífico, era conocida en aquel entonces por su difícil acceso. Eso sí, los pocos turistas y locales que se aventuraban, obtenian el premio de una playa hermosa y solitaria para disfrutar de la paz y tranquilidad de la costa. Michael llevó a su familia ahí a pasar tiempo juntos, pero lamentablemente, su hija fue picada por algún insecto desconocido que le provocó una severa reacción alérgica. Michael y su esposa se la llevaron lo más rápido posible al hospital más cercano: el de Puntarenas.

Su esposa se quedó con su hija todo el tiempo mientras se recuperaba. El doctor que la atendió, que tenía un perfecto inglés al haberse graduado en Estados Unidos, les ayudó con todo lo que necesitasen. Michael decidió alquilar una habitación en un lugar cercano, y al estar expuesto a tanto, en tan poco tiempo, además de tener mucho tiempo libre, empezó a escribir. En ese cuarto de hotel en Puntarenas, de un evento desafortunado, nació una de las sagas más importantes de la cultura popular: Jurassic Park.

La novela tiene un inicio que es un calco casi exacto de la situación que vivió con su hija, quién se recuperó sastifactoriamente. Crichton alaba en la novela a mi país, lugar que visitó muchas veces con su familia hasta que falleció en 2008, de maneras en las que solamente alguien que se sale del camino amarillo prestablecido al turismo haría.

Si Crichton se hubiera quedado en algún famoso hotel de la capital, o ido a los lugares más visitados de la época, posiblemente el Josué de 6 años no hubiera visto Jurassic Park en VHS, completamente en inglés, y habría deseado con todas sus fuerzas convertirse en paleontólogo.



No hay historias nuevas en caminos recorridos.

Cuando veo la misma foto, una y otra vez de lugares que son turísticos, los hace cada vez menos atractivos para mí. No por ser pretencioso, sino porque pierden el encanto. No hay místerio en lo que ya conoces. Las veces que he recorrido Bogotá y Medellín ha sido caminando. Perdiéndome. Evitando las zonas turísticas lo más posible. Solo ahí es donde puedes hablar con gente que lucha cada día por llevar alimento a su casa, poder pagar sus estudios y alcanzar un sueño.

Pero Josué, ¿ser un mal turista es ir a comer solamente y no disfrutar de las atracciones de un país? No, ser un "mal turista" es alguien que busca darle un valor mayor a su visita. Alguien que busca respetar la cultura, las historias y la calidad de vida de la gente que vive ahí. El turismo tradicional es un producto de consumo. Ir a comer es la forma que tengo para conocer gente nueva, desde quién me atiende hasta quién se sienta frente a mi en una cafetería. Para ser alguien terriblemente tímido con extraños, ha sido muy revelador poder hacer esto.

¿Puedo ser un mal turista si no viajo? Claro, internet también es un mundo para explorar. Llevar valor a otros también es posible, así que aquí no leerás cosas meramente de viajes, sino también de mis viajes en la red. Lo importante es ser consciente, porque nunca sabes que anécdota te cambiará la vida, y como consecuencia, la de otra persona en el camino.

Nos leemos dentro de quince días, malos turistas.


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